Loma del olvido cartel expo De la luz y el abismo

De la luz y el abismo

Raúl Torrent+

Inma Coll y Josep Poblet

 

Un año más se abre al público La Loma del Olvido. Esta vez, la obra del pintor Raúl Torrent se confronta con la de una artista, Inma Coll, y se funde con la luz del diseñador Josep Poblet.

Inma Coll sabe (como Torrent supo) profundizar en el abismo del ser humano, en su propio abismo. A veces con un toque de humor amargo, las obras de los dos artistas se enhebran a la perfección para mostrarnos un mundo de seres difíciles, de rostros deformados pero irónicamente libres; y de cuerpos que hace tiempo olvidaron las convenciones. La artista ha seguido una trayectoria muy coherente a partir de que, ya de niña, le pidiera a su padre que la llevara “allí donde las personas pintan”. Y ese lugar era la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, donde estudió y donde supo que el lugar de la creación era su propio lugar. El retrato (ficticio o real) ha sido su sitio de referencia, pero siempre recordando que en cada representación humana se encuentra ella misma y el mundo que la envuelve. Un mundo que, en su pintura, se percibe escaso de misericordia, pero al que se enfrenta con el vitalismo de una persona que alegra los días con su modo de ser y estar.

El abismo se percibe también tras las armónicas arquitecturas de la instalación de Josep Poblet, realizada para el festival Llum Barcelona y que ahora viene a reposar en esta loma apellidada Olvido. Lux Domus (que así se llama el proyecto) rememora con sus móviles haces de luz las estructuras ojivales de un templo gótico; y en los templos, ya se sabe, el ser humano se conecta con el futuro incierto del más allá, con el paso que nos lleva al abismo de lo desconocido. Josep, sin embargo, subraya otro aspecto dentro de la obra:  la impresión que experimentamos al entrar en una iglesia, esa etérea sensación de sentirnos protegidos, independientemente de creencias singulares. Para muchos, ciertamente, será así, pero enhebrado con la energía de los cuadros de Torrent y a un paso de los de Inma Coll, la instalación se transforma. Hay algo también de abisal en ella, al fin y al cabo, el silencio que nos demanda se encuentra al fondo de lo desconocido.

 

Rosalía y Raúl Torrent