Fernando Buenache en diálogo con Raúl Torrent. 2020
En un paraje de Buenache de la Sierra hay un bosque animado. Sus árboles ya no tienen raíces en la tierra, pero están vivos, y ahora se divierten bailando o conversando. Y pájaros de piedra se posan en sus ramas.
Lo que antes fueron troncos devastados por fuegos e intemperies, ahora son figuras que atrapan la asombrada mirada de quienes visitan la zona.
Muy cerca, en el mismo centro del pueblo, el autor de este bosque ha convertido el mesón (las Pedrizas, se llama) en otro lugar muy especial.
De sus paredes cuelgan flores y animales de piedra. También instrumentos musicales de idéntico material. Y de nuevo pájaros pétreos animan los inventados árboles de su patio.
No hay que viajar muy lejos (apenas unas decenas de metros) para visitar un nuevo espacio, el museo etnobotánico, donde el paroxismo de la mezcla de materiales y recuerdos convive con el recuerdo del objeto encontrado dadaísta.
Estos son los tres micromundos que ha construido Fernando Buenache en la localidad mencionada al inicio y con la que coincide en el nombre. Es, Fernando, un artista singular donde los haya, que se ha apropiado del lenguaje del arte de la tierra y sabido dialogar con ella. Su capacidad de detectar analogías entre lo animado y lo inanimado, y su evidente porte poético, le convierten en uno de esos creadores cuya originalidad entronca con el más puro surrealismo mágico, aliñado con la irreverencia de dadá.
Ahora, todos estos mundos visitan La Loma del Olvido del pintor Torrent. Sin duda, a nuestro padre le hubiera gustado ver cómo conviven en su Museo las maderas y piedras retransformadas de Buenache con su propia pintura, también atípica, en la cual –en su día– igualmente experimentó con los materiales.
El artista que encontramos ahora en La Loma del Olvido representa esa parte esencial del arte que busca construir a partir de lo que la tierra nos ofrece, apenas sin modificar, pero sí con la sabiduría de quien sabe unir esencias para construir otras nuevas y distintas.
Rosalía Torrent y Raúl Torrent
Fernando Buenache, el hombre tranquilo, se encuentra con Raúl Torrent, el hombre convulso.
Fernando lleva años recorriendo la serranía conquense en busca de materiales con los que crear sus obras. Él piensa que encuentra, pero es la propia naturaleza quien los pone en su camino: cantos, piedras, ramas, madera, troncos, fósiles…, salen a su encuentro para que su mirada los transforme y les dé una segunda vida. Y así, tortugas, caracoles, golondrinas, estrellas, flores, peces… van apareciendo hasta poblar un mundo pétreo tan irreal como único.
Esta exposición pretende confrontar la caótica armonía del universo de Fernando, creado con rocas y fósiles a modo de pequeños ensamblajes, con el colorido y atormentado mundo de Torrent.
En el museo encontraremos paisajes, retratos y bodegones de uno y de otro, donde la obra de ambos se encuentra y convive. Sabinas secas, quemadas, con sus ramas llenas de pájaros, se fusionan con los horizontes llenos de color de la obra de Torrent.
Pasear en Buenache de la Sierra entre los animales y personajes que habitan su bosque quemado es una experiencia difícil de olvidar, y ahora será posible conocer una pequeña muestra en el museo de Raúl Torrent.
Troncosaurios, danzantes, rostros, caras, plantas, culebras, gatos… Piedras, lajas, yesos, fósiles, ramas, raíces y una silla, en la que Raúl, recién salido del Cabaret Voltaire, se hubiese sentado a contemplar todo lo que Fernando ha tomado de la tierra y sin apenas manipular, manteniendo su naturaleza muerta, ha devuelto transformado en un sueño.
Este año la visita a La Loma del Olvido no dejará indiferente a nadie.
José Luis Huerta